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La nueva era de la contaminación atmosférica

Vehículos con cero emisiones en la carretera, propulsados por electricidad, hidrógeno y energía solar: éste es el futuro. También lo asociamos a la idea de aire limpio, vehículos silenciosos y ciudades sanas y verdes. Pero con la movilidad futurista llega una nueva era de contaminación atmosférica. Y sigue sin estar regulada en absoluto.

En las últimas semanas y meses, las críticas a los coches eléctricos y los combustibles alternativos son cada vez más fuertes. Desde hace tiempo se considera que el híbrido es un paquete engañoso, ya que a menudo se compra con subvenciones y luego sólo se conduce como motor de combustión. Pero también se critica a los vehículos eléctricos, por ejemplo, por su consumo de recursos y su (todavía) escasa longevidad.

Ahora, sin embargo, se alzan cada vez más voces que atribuyen a la nueva movilidad verde un problema completamente inimaginado, incluso francamente grotesco. Los vehículos comercializados como de emisiones cero perjudican a las personas y al medio ambiente, porque emiten demasiadas emisiones al aire y al suelo.

Estas emisiones no son gases de escape producidos por el proceso de combustión, sino minúsculas partículas producidas por la fricción física de las piezas del vehículo, especialmente frenos y neumáticos, pero también su contrapartida, la carretera.

Desde hace tiempo se sabe que las partículas no sólo se emiten al medio ambiente a través del tubo de escape. Como los vehículos eléctricos son cada vez más pesados debido a sus baterías cada vez más grandes, y las emisiones de escape del motor son cada vez más pequeñas en el caso de los últimos vehículos Euro 6 con motores diésel y de gasolina, las emisiones de abrasión, también llamadas emisiones no procedentes del escape (NEE), ya están causando una gran parte de las emisiones de partículas del sector del transporte. El coche eléctrico como panacea, no está regulado en cuanto a estas emisiones. En 2019, las NEE representaron el 60% de las PM2,5 en suspensión y el 73% de las PM10. Esta enorme proporción no es de extrañar si se observan los resultados de una reciente investigación del Grupo de Expertos en Calidad del Aire del Reino Unido (AQEG). Según éste, las emisiones de un neumático -aunque sea en condiciones extremas de carga y conducción- son más de 1.000 veces superiores a las emisiones del tubo de escape, a saber, 5,760mg/km causadas por los NEE frente a 4,5mg/km causadas por el motor de combustión.

Un neumático está hecho principalmente de caucho, que es ante todo de origen vegetal. A continuación, se incorporan al neumático unos 25 componentes y 12 compuestos de caucho diferentes para crear un plástico que tenga las propiedades requeridas por el neumático. La abrasión del plástico al conducir es, en efecto, una propiedad importante. Sin el agarre del neumático a la carretera, un vehículo saldría volando de una curva con mucha más facilidad. A lo largo de la vida útil de un neumático, unos 4 años, el neumático pierde unos 6 kilogramos del plástico.

Por eso, los últimos hallazgos de un grupo de investigación de la Universidad de Cornell, en Estados Unidos, no son sorprendentes. Han demostrado que la abrasión de los neumáticos libera enormes cantidades de microplásticos al aire y al suelo. Un 84% de los microplásticos atmosféricos entran en el aire a través del polvo de la carretera. El 11% se libera a través del aerosol marino. En el mar, sin duda están las fuentes habituales de microplásticos, como los envases y los artículos de plástico, pero los microplásticos que entran en el suelo y las aguas desde la carretera también se liberan finalmente de nuevo al aire a través del mar en un gran ciclo.

El Instituto Fraunhofer de Medio Ambiente, Seguridad y Tecnología Energética ha publicado las últimas cifras sobre microplásticos y ha confirmado que los neumáticos representan la mayor proporción de microplásticos en el ecosistema terrestre. Coches, camiones, motocicletas, bicicletas y monopatines producen cada año un total de 1.228,5 gramos de residuos de microplásticos per cápita. La mayor parte corresponde a los coches, con 998,0 gramos per cápita al año. Esta cifra es enorme: per cápita, cada año se emite al medio ambiente casi 1 kilogramo de microplástico a través de los neumáticos.

Por tanto, ya es hora de que los políticos introduzcan un valor límite para los NEE. Esto se aplica tanto al polvo fino como a los microplásticos. Sólo así se creará un incentivo para que la industria desarrolle neumáticos y sistemas de filtrado que reduzcan las NEE. De lo contrario, los nuevos vehículos no resolverían el viejo problema de las emisiones, sino que sólo lo perpetuarían de otra forma. Tal y como se están desarrollando actualmente los e-cars, no contribuyen en nada a mejorar el aire que respiramos ni a reducir los microplásticos en nuestros suelos y océanos.

Si las zonas medioambientales tuvieran en cuenta el NEES, ni siquiera los coches eléctricos e híbridos más nuevos podrían entrar en las zonas medioambientales europeas. Un coche diésel con norma Euro 4, por ejemplo, sólo puede emitir 0,025 gramos de partículas por kilómetro. Por tanto, la abrasión de los neumáticos, de 5,7 gramos por kilómetro, es considerablemente superior. La norma Euro 4 sigue estando permitida en Alemania, pero en otros países, como Bélgica, Inglaterra, Países Bajos y Francia, sólo se permiten vehículos Euro 5 o 6 en algunas zonas medioambientales. Para estas normas Euro, la contaminación máxima por polvo fino es de 0,0045 gramos por kilómetro.

Así pues, ¿cómo es posible que las emisiones del tubo de escape estén tan reglamentadas y aún no se hayan aprobado leyes sobre los valores límite de los NEE? La UE tiene la obligación de cambiar esta situación urgentemente. Sin esta ley, el abandono de los motores de combustión interna no parece haber sido meditado. Por supuesto, las NEE también existen en los coches de combustión. Pero, sobre todo en los coches eléctricos, la tendencia es a aumentar mucho el peso debido a las pesadas baterías. A mucha gente también le gusta comprarse un híbrido o un e-SUV o una limusina de lujo, quizá porque piensan que éstos no emiten emisiones de todos modos. Así que el pequeño coche urbano, como solía ser popular, es cada vez más raro en su versión eléctrica.

Sólo cuando los neumáticos sean más duraderos, o se fabriquen con materiales más naturales, o filtros especiales reduzcan las emisiones directamente en la fuente, la idea de vehículos limpios podrá hacerse realidad.