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Los verdaderos contaminadores del aire

Las zonas de bajas emisiones y las prohibiciones de circular con diésel están dejando cada vez más vehículos fuera de las ciudades europeas. Los barcos y los aviones, que también contribuyen a la contaminación atmosférica, en su mayoría no están regulados en absoluto. En Hamburgo, por ejemplo, los barcos que navegan por el Elba provocan una contaminación equivalente a la inimaginable cifra de 1,42 millones de vehículos diésel. ¿Qué sentido tiene la prohibición del diésel?

La prohibición de circular a los vehículos diésel en Hamburgo suscita numerosas críticas, por ejemplo de la oposición política. Se supone que el cierre de Max-Brauer-Allee y Stresemannstraße a determinados vehículos diésel protege a los residentes, pero también hace que los vehículos tomen una ruta diferente por la ciudad y provoquen allí más contaminación atmosférica. Los vehículos no se vuelven más limpios por el cierre de calles individuales. La medida sólo funcionaría si se cerraran zonas enteras a los viejos diésel. Sin embargo, el número de vehículos en su conjunto no se reducirá, porque los viejos simplemente serán sustituidos por otros nuevos.

Aunque se puede discutir la medida, los residentes directos están realmente protegidos si circulan menos vehículos diésel viejos en las inmediaciones.

Sin embargo, los vehículos diésel no son los verdaderos contaminantes del aire en Hamburgo y muchas otras ciudades. En el Elba y en el puerto de Hamburgo navegan innumerables barcos que transportan fuel pesado. Por término medio, expulsan al aire cinco toneladas diarias de óxido de nitrógeno. Esto equivale a las emisiones de 1,42 millones de coches diésel VW Passat Variant.  Un solo crucero produce hasta 150 toneladas de óxido de nitrógeno al día. Eso equivaldría a 21,45 millones de VW Passat Variant navegando por la bahía de Hamburgo y expulsando sus gases de escape a la atmósfera.

También en otras ciudades portuarias y en las que cuentan con grandes aeropuertos está justificada la pregunta de por qué la carga de la reducción de contaminantes recae siempre en los conductores de automóviles. Los aviones producen grandes cantidades de polvo ultrafino, que es especialmente peligroso porque las pequeñas partículas pueden viajar lejos hasta los pulmones y la sangre.

Ni los barcos ni los aviones están regulados. Por un lado, porque ello exigiría probablemente un acuerdo internacional. Por otro, porque los cruceros y los cargueros son increíblemente importantes para el turismo y la economía y no se quiere prescindir de ellos.

Sin embargo, la carga del cambio climático y la protección de la salud pública deben recaer sobre la industria y las empresas tanto como sobre los particulares. Sólo porque sea más fácil regular la entrada de vehículos en las ciudades que la de barcos y aviones de todo el mundo, no se puede olvidar a estos últimos, sobre todo teniendo en cuenta la enorme parte que aportan a la contaminación atmosférica de nuestras ciudades.

Así pues, es hora de que los políticos tomen cartas en el asunto e impongan límites de emisiones más estrictos también a los barcos y aviones, con el fin de proteger a los ciudadanos. Al fin y al cabo, el próximo endurecimiento de la normativa y las prohibiciones a los vehículos ya están en el horizonte.