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¿Apoyo a los asesinos del clima?

Los híbridos enchufables siguen estando subvencionados en Alemania, a pesar de que perjudican el clima más que los motores de combustión interna. Ni siquiera una nueva normativa a partir del año que viene es una solución para muchos defensores del clima.

A partir del 1 de enero de 2022, los híbridos que sólo puedan recorrer 40 km de forma puramente eléctrica dejarán de recibir ayudas económicas. A partir de entonces, tendrán que recorrer al menos 60 km. Tres años más tarde, a partir de 2025, serán 80 km.  Además de estas subvenciones, hay otra ventaja decisiva para la compra de híbridos. En el caso del leasing comercial, los viajes privados al mes sólo tienen que gravarse con medio punto porcentual del precio de catálogo del vehículo, en lugar de un punto porcentual completo.

Esto no parece favorecer el objetivo de producir menos gases de efecto invernadero, porque lo importante es financiar más vehículos que emitan menos CO2 y no los que podrían emitir menos CO2. No importa si el contaminante se produce al quemar combustible (gasóleo, gasolina) o para producirlo (eléctricos). Por el momento, la electricidad generada ecológicamente no es suficiente para la electrificación del transporte y se necesitan energías fósiles para complementarla. Esto no cambiará en los próximos años, porque la creciente demanda de electricidad no puede satisfacerse únicamente con fuentes de energía renovables. Por tanto, más coches eléctricos significan automáticamente que habrá que recurrir a más fuentes fósiles.

Además, muchos híbridos enchufables son grandes todoterrenos que también necesitan baterías más pesadas para despegar. El peso del vehículo aumenta considerablemente el desgaste de los neumáticos y, por tanto, la contaminación atmosférica. Así, no es raro que el coche híbrido en modo eléctrico emita más contaminantes que un coche de combustión normal, simplemente por su peso.

En cambio, los coches de gasolina, aunque produzcan menos CO2, no se promocionan. Por ejemplo, un Golf GTE híbrido recibe ayudas económicas aunque produzca más CO2 que el mismo modelo con motor de combustión. Además, no se comprueba si se utiliza en absoluto la propulsión eléctrica.

Una salida sería un análisis honesto de cuánto CO2 se emite realmente, tanto en la producción como en la liberación (quema) de energía. Estas cifras tendrían que servir de base para juzgar qué vehículos se promocionan realmente, cuáles tienen que clasificarse como asesinos del clima y qué pegatina es necesaria para entrar en una zona medioambiental.