< Show all posts

Ni con musgo funciona nada

La ciudad de Braunschweig ha gastado mucho dinero para combatir el aire viciado. Ahora resulta que el dinero no siempre estaba bien invertido. Los muros con musgo purificador no cumplieron lo prometido.

Cuando en la primavera de 2019 se puso en marcha el proyecto "Protección del clima con verde urbano", Braunschweig tenía muchas cosas planeadas: se iban a plantar 650 árboles nuevos y a reverdecer casi 15.000 metros cuadrados de tejados y fachadas de edificios públicos. Además, estaba la idea de instalar dos muros de musgo de la empresa Green City Solutions en cruces de tráfico especialmente contaminados. Según el fabricante, estos llamados Árboles de la Ciudad deberían retener más partículas finas de polvo y hollín que las otras dos medidas juntas. Esto era demasiado bueno para ser verdad como para prescindir de él. Desgraciadamente, a posteriori resultó que la eficacia de los muros de musgo no era tan buena como se había afirmado. Los dos muros erigidos, en los que se suponía que el musgo filtraba los contaminantes, costaron unos 110.000 euros.

Ahora la ciudad ha decidido abandonar el ensayo con los filtros de aire de musgo y no comprar más muros cubiertos de musgo. La razón es, por un lado, que el Instituto de Geoecología y Meteorología Ambiental de la Universidad Técnica de Braunschweig apenas pudo detectar diferencias medibles respecto a los niveles de contaminantes anteriores. Demasiado poco para que los muros de musgo puedan considerarse un éxito. Sin embargo, también se criticó la falta de seguimiento por parte de la empresa Green City Solutions: no se comunicaron los problemas con el muro de musgo, fallaron los sensores y el riego del musgo no se realizó sin problemas.  En comparación, también sería mucho más barato plantar simplemente vegetación natural.

Dado que en Braunschweig se siguen cumpliendo los valores límite vigentes para las partículas y los óxidos de nitrógeno, actualmente no está prevista ninguna zona medioambiental en la ciudad. Sin embargo, el experimento de Braunschweig demuestra que para las demás ciudades de Alemania con valores demasiado altos no hay otra solución que las zonas medioambientales y las prohibiciones de circulación.