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Ozono (O3)

El ozono es un gas incoloro que, junto con el dióxido de carbono (CO2) y el metano (CH4), es responsable del calentamiento global. En altas concentraciones, es perjudicial para la fauna, la flora y los seres humanos.

La capa de ozono, que envuelve la Tierra en la estratosfera a una altitud de 20 a 30 kilómetros, protege a los seres vivos de las radiaciones ultravioletas nocivas del sol. Su espesor apenas supera los 3,5 milímetros. En los polos, sobre todo en el Antártico, se forma un agujero en la capa de ozono, que se intentó contrarrestar con la prohibición de los clorofluorocarbonos (CFC) en 1987. Sin la capa protectora de ozono, los rayos ultravioletas del sol, ricos en energía, llegarían directamente a la Tierra y dañarían las células de animales, plantas y seres humanos. La vida en la capa superior de los océanos también se vería dañada.

La probabilidad de contaminación por ozono es especialmente alta en verano. El ozono también tiene un efecto perjudicial sobre las plantas, especialmente las de hoja, que absorben el ozono a través de sus estomas. Si están expuestas al gas durante un largo periodo de tiempo, se reduce el crecimiento de las frondosas y puede perjudicar la calidad de los cultivos, lo que puede provocar la pérdida de cosechas.

El ozono se forma a partir de óxidos de nitrógeno y otros compuestos orgánicos volátiles cuando se expone a la luz solar intensa. Estos precursores proceden principalmente del tráfico rodado. El ozono se forma cerca de la superficie terrestre, sobre todo en los días calurosos de verano con mucho tráfico. Es aquí donde el ozono afecta a la salud de los organismos vivos. En los seres humanos, las concentraciones excesivas provocan síntomas como irritación de las vías respiratorias y los ojos, así como dolores de cabeza. Las concentraciones elevadas de ozono son especialmente nocivas para los pulmones durante esfuerzos físicos como el deporte o el trabajo duro. Por ello, la UE ha fijado valores límite para este gas nocivo: Si el nivel de ozono se mantiene por debajo de 110 microgramos por metro cúbico de aire y hora, no se considera perjudicial para el ser humano. Si la media horaria de ozono es de 180 microgramos por metro cúbico de aire, se informa a la población; si es de 200 microgramos o más, las personas experimentan síntomas; si es de 360 microgramos o más, existen riesgos graves para la salud. El año pasado, el umbral de información se superó varias veces en Alemania. Si los niveles de ozono son demasiado altos, también existe la amenaza de prohibir la circulación, como ya ocurre en Francia durante los veranos especialmente calurosos.