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Metanol: ¿alternativa a la batería?

La industria automovilística busca desesperadamente soluciones para la autonomía y la carga rápida de los coches eléctricos. Una start-up está trabajando en una pila de combustible alimentada con metanol, y ha resuelto los problemas de autonomía y procesos de carga. ¿Es el metanol una locura o el combustible del futuro?

Se supone que los coches eléctricos de batería son el futuro de la conducción. Pero cualquiera que haya conducido un coche eléctrico en distancias largas conoce los problemas que plantean la autonomía y la recarga. La autonomía suele ser menor de lo prometido y hay que dirigirse con sorprendente rapidez a la siguiente estación de carga, que o bien son difíciles de encontrar, incompatibles con el vehículo o tardan una pequeña eternidad en cargarlo.

Por eso, el inventor y fundador de la start-up, Roland Gumpert, antiguo ingeniero de Audi, apuesta por la tecnología de pila de combustible de metanol. Un vehículo con este propulsor funciona en última instancia de forma similar a un coche impulsado por hidrógeno, salvo que no se llena de hidrógeno, sino que lo produce él mismo a partir del metanol. El metanol puede repostarse en muy poco tiempo, de forma similar a la gasolina y el gasóleo. A continuación, se convierte en hidrógeno y CO2 durante la conducción. El hidrógeno se convierte a su vez en electricidad para la batería y agua, como en un coche de hidrógeno.

La gran ventaja de la propulsión por metanol es su independencia geográfica. Mediante el simple transporte de metanol, de forma similar a lo que ocurre con el gasóleo y la gasolina, el combustible puede producirse allí donde se disponga de suficiente electricidad verde y, a continuación, transportarse a aquellas partes del mundo donde no exista una infraestructura de recarga a escala nacional en un futuro próximo, por ejemplo, también partes de Asia, África y Sudamérica. Por tanto, el propulsor de metanol tiene el potencial de hacer posibles los vehículos eléctricos respetuosos con el clima en muchas partes del mundo, a diferencia de los coches eléctricos impulsados por baterías o los vehículos de hidrógeno.

El problema es que la producción de metanol sigue siendo cara y consume mucha electricidad. Si, por ejemplo, se utiliza gas natural para la producción, se produce el llamado metano gris. Aunque éste no produce emisiones durante la conducción, no ocurre lo mismo durante la producción. El gas natural consume recursos fósiles cuyo CO2 se libera posteriormente a la atmósfera. Por tanto, primero habría que extraer el CO2 del aire durante la producción de metano para poder liberarlo de nuevo a la atmósfera sin aumentar el CO2 en el aire. Además, habría que utilizar energía solar, por ejemplo, para producir el metano. Esto permitiría producir metano verde, que de hecho es neutro para el clima. Aunque todavía es demasiado caro, en general podría ser posible en el futuro.

El empresario Gumpert cifra la autonomía de los vehículos de metano en 800 kilómetros o más. Presume orgulloso de su deportivo reconvertido. Pero en su interior dormita una gran batería de iones de litio con una capacidad de 70 kilovatios hora. La producción de estas baterías tampoco es sostenible. Pero la tecnología del metanol tiene cabida en un Smart, en un deportivo e incluso en un camión, y podría tener potencial para hacerse un hueco en el mercado de los coches eléctricos en el futuro. Por el momento, sin embargo, la industria y los políticos parecen demasiado centrados en los vehículos impulsados exclusivamente por baterías. En cualquier caso, el Ministro de Transportes Andreas Scheuer (CSU) ha denegado la financiación a Gumpert.

No obstante, la start-up demuestra que aún estamos lejos del fin de las propulsiones alternativas y da esperanzas para la movilidad ecológica del mañana.