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Dióxido de carbono (CO2)

El dióxido de carbono, o CO2 para abreviar, es considerado por muchos el supervillano entre los contaminantes. Pero, ¿no es el CO2 también responsable del cambio climático?

No es tan sencillo. El dióxido de carbono es muy versátil: se utiliza para extinguir incendios y para refrigerar, como gas a presión en bombonas de gas o como dióxido de carbono en bebidas. El CO2 es también el gas que crea un efecto invernadero natural y garantiza temperaturas agradables en nuestras latitudes. Sin embargo, las emisiones masivas de este gas de efecto invernadero amenazan con aumentar aún más la temperatura.

Desgraciadamente, el CO2 es en realidad el gas climático que causa más daños, a pesar de que sólo constituye el 0,04% de nuestra atmósfera. En 2020, el dióxido de carbono representaba más del 87% de todos los gases de efecto invernadero. El dióxido de carbono se produce principalmente durante la combustión en motores u hornos. Sin embargo, el dióxido de carbono también se produce en la industria de la construcción, por ejemplo en la producción de cemento.

En un esfuerzo por reducir el CO2, el Acuerdo de París sobre el Clima de 2015 estableció limitar el aumento de la temperatura a 1,5 grados si es posible. Además de reducir las actividades que liberan CO2, también se están tomando diversas medidas para fijarlo. Entre ellas, la forestación de bosques y el aumento del contenido de humus en el suelo, ya que el humus tiene la capacidad de almacenar grandes cantidades de dióxido de carbono.

Durante décadas también se ha intentado reducir las emisiones de CO2. En los años 90, esto se consiguió principalmente cerrando muchas minas de lignito de los estados del este de Alemania que emitían grandes cantidades de CO2. En los últimos 30 años, las emisiones de dióxido de carbono han descendido casi un 40%. La industria energética, es decir, los productores de electricidad, representan la mayor parte de las emisiones de CO2, concretamente el 32%. Le siguen la industria y la fabricación, con un 25%, y los hogares, con un 19%.

El transporte representa el 22% en Alemania y el 30% en toda la UE. Los automóviles y las motocicletas son responsables de más del 60%, mientras que los camiones y autobuses sólo del 26%. Para seguir reduciendo las emisiones de CO2, los fabricantes de automóviles están obligados a reducir continuamente el consumo de combustible. Según la UE, el objetivo es un máximo de 4 litros de gasolina o 3,5 litros de gasóleo cada 100 kilómetros. Pero los conductores también tienen que poner de su parte: cuanto más grande es el coche y mayor es el consumo de combustible, más impuesto de circulación hay que pagar.

A diferencia de las partículas o el óxido de nitrógeno, el CO2 apenas desempeña un papel a escala local. A escala mundial, el objetivo de minimizar las emisiones de CO2 es la prioridad número 1.