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El brusco despertar: Polvo fino, suciedad y hollín en Año Nuevo

Todos los años: Año Nuevo, el día en que el olor a azufre sigue en el aire y las manchas grises cubren el cielo. Basura y hollín por todas partes en las calles, coches dañados aquí y allá.

La diversión es máxima a medianoche, cuando las campanadas dan la bienvenida al nuevo año. Cuando estallan los cohetes y los fuegos artificiales, todos nos maravillamos ante las hermosas luces del cielo y brindamos con champán en el balcón mientras encendemos bengalas, petardos o lluvias doradas. 

El momento suele pasar volando. Una o dos horas más tarde, estamos de vuelta en la mesa, con una última copa en la mano. Pero el caos provocado por esta única noche en nuestras ciudades permanece. 

La contaminación atmosférica -por lo general todavía visible en vetas esta mañana- se olvida rápidamente. Pero el impacto de nuestras fiestas en nuestra salud es enorme. Las partículas pueden penetrar profundamente en los pulmones y provocar enfermedades cardiovasculares. Según la Oficina Federal de Estadística, en 2020 se emitieron unas 2.050 toneladas de partículas (PM10) en Nochevieja, por ejemplo. Esto corresponde aproximadamente al 1% de la cantidad anual. En el caso de las PM 2,5, es decir, las partículas finas de polvo más pequeñas, la proporción fue incluso del 2%. 

Sin embargo, el impacto medioambiental de la basura que los fuegos artificiales dejan en el suelo también es enorme. En los próximos días serán arrastrados por la lluvia y acabarán en el suelo, los cursos de agua y las aguas subterráneas. Al mismo tiempo, los animales sufren cada año cuando el sonido de los petardos resuena en las casas a las 12 de la noche. 

En las grandes ciudades, los daños en coches y edificios son siempre devastadores. A menudo se producen disturbios en los que los petardos se utilizan como armas. Los coches en llamas no son un incidente aislado.  

¿Merece la pena? Quizá podamos ir abandonando poco a poco la tradición de los petardos, al menos en masa, e intentar celebrarlo de una forma más sostenible. Alguna bengala que otra, quizá un par de cohetes, deberían estar permitidos. Pero deberíamos reducir el número de petardos en los próximos años.