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Luxemburgo: giro en la movilidad sin prohibiciones de circulación

El servicio de transporte público gratuito y la ampliación del metro ligero hacen más atractivo el uso del transporte público. Otras ofertas ayudan a los ciudadanos a dejar el coche. Por tanto, las prohibiciones de conducir son innecesarias.

En muchos países europeos, los gobiernos recurren a zonas ecológicas y prohibiciones de circulación para reducir el tráfico y promover la revolución de la movilidad. Las subvenciones a los coches electrónicos, como en Alemania, crean incentivos para decidirse por el motor de combustión a la hora de comprar un coche nuevo, pero esto no suele suponer una pacificación real de las congestionadas carreteras.  En Luxemburgo, las autoridades intentan ofrecer alternativas a la conducción para reducir el tráfico y limpiar el aire.

Desde el 1 de marzo del año pasado, el transporte público en Luxemburgo es gratuito. El país se convierte así en el primero de Europa en ofrecer este servicio. El Ministro luxemburgués de Movilidad Verde, François Bausch, ve en este paso un planteamiento para cambiar la mentalidad de los ciudadanos. Con una inversión de miles de millones, quiere animar a hasta un 50% más de personas a utilizar el transporte público de aquí a 2025. En lugar de ampliar la autopista, en la que a menudo se producen atascos, sobre todo en hora punta, quiere conectar la ciudad de Luxemburgo, en el norte del país, con el centro económico de Esch, en el sur, mediante un tren ligero rápido. En este trayecto habrá también un "carril bici exprés". Además, se construirá en la autopista un carril para autobuses exprés y coches compartidos, es decir, un carril ecológico.

Al igual que en otras ciudades, como Barcelona y Bruselas, el Ministro de Transportes tiene en mente un nuevo Luxemburgo. Un Luxemburgo en el que haya menos coches y más vida en las calles. Pero el planteamiento de los luxemburgueses es distinto: en lugar de prohibiciones, hay incentivos y alternativas reales.

Como ya se ha dicho, el transporte público suele ser mucho más caro que el coche, por lo que muchos ciudadanos de otros países se deciden por el autobús o el tren. Aunque el transporte público gratuito le cuesta al país luxemburgués hasta 41 millones de euros al año, las medidas adoptadas en Alemania, por ejemplo, también suelen malgastar mucho dinero de los contribuyentes. Las largas discusiones y demandas de la organización Deutsche Umwelthilfe (Ayuda Alemana al Medio Ambiente), por ejemplo, desembocan en carriles ecológicos y prohibiciones de circular con diésel, que luego se vuelven a levantar lo antes posible o, al menos, están a punto de hacerlo.

Por tanto, un concepto proactivo como el de Luxemburgo también merecería ser considerado para otras ciudades y países, con el fin de ofrecer a los ciudadanos alternativas en lugar de imponer prohibiciones. De este modo, tal vez también podría prevenirse la amenaza de las prohibiciones de circular con diésel.