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No sólo contaminación atmosférica: ¡el tráfico aéreo envenena el suelo en Ámsterdam!

Green-Zones News

El operador del aeropuerto Schiphol de Ámsterdam probablemente lleva años depositando tierra envenenada en los alrededores. El tráfico, ya sea por carretera, aire o agua, envenena cada vez más nuestro medio ambiente. Mientras los consumidores de a pie son castigados con medidas como las zonas medioambientales, las grandes empresas suelen salirse con la suya.

Con más de 700 millones de pasajeros al año, el aeropuerto de Schiphol, en Ámsterdam, es uno de los mayores de Europa. Hasta 500.000 aviones pueden aterrizar cada año. Además de la contaminación atmosférica, el ruido también causa problemas a los habitantes de los alrededores. Ahora se ha sabido que la contaminación va incluso más allá. Durante años, el operador, Schiphol Group, había depositado en las inmediaciones tierra contaminada con PFOS. 

El PFOS (ácido perfluorooctano sulfónico) es una sustancia utilizada en los fluidos hidráulicos de la aviación. Esta sustancia puede debilitar el sistema inmunitario, es nociva para el hígado y puede reducir el peso de los recién nacidos. También se sospecha que la sustancia es cancerígena. Además, es muy persistente, por lo que apenas se degrada en el medio ambiente. El grupo de los PFAS, al que pertenece el PFOS, también se encuentra en determinados productos textiles, revestimientos y cosméticos. El límite a partir del cual estas sustancias son inocuas es de 3.000 nanogramos. Ahora se han medido hasta 28.000 nanogramos en el suelo cerca del aeropuerto de Schiphol. Esto supera casi 10 veces el límite de seguridad. 

Mientras tanto, un lujoso campo de golf se encuentra en la zona contaminada. Aún no se ha decidido si el Grupo Schiphol tendrá que asumir su responsabilidad y limpiar o sustituir el suelo. 

Pero el caso demuestra hasta qué punto el tráfico aéreo afecta masivamente a nuestra salud y es, una vez más, un ejemplo de cómo las grandes empresas contribuyen a menudo a la contaminación ambiental y se salen con la suya, al menos durante mucho tiempo. Mientras tanto, los ciudadanos de a pie sufren unas normas cada vez más estrictas para combatir la contaminación y el cambio climático. Un ejemplo absurdo: En Marsella, la zona medioambiental permanentemente válida para los conductores de automóviles estaba prevista para 2021, mientras que, debido a la pandemia de Corona, los cruceros permanecían parados en el puerto durante meses y emitían una cantidad increíble de emisiones mientras estaban "parados", contribuyendo así masivamente a la contaminación atmosférica. 

El tráfico aéreo, en particular, produce enormes cantidades de polvo ultrafino. Estas partículas tienen un tamaño inferior a 100 nanómetros, por lo que pueden entrar en el torrente sanguíneo humano a través de los pulmones. A partir de ahí, pueden alcanzar y dañar casi todos los órganos. El tráfico aéreo es la principal fuente de polvo ultrafino, ya que la combustión a altas temperaturas produce partículas enormemente pequeñas. En el aeropuerto de Stuttgart, las mediciones de 2019 arrojaron valores de entre 250.000 y bastante más de un millón de partículas por centímetro cúbico. En otras zonas, los valores suelen estar entre 6.000 y 15.000 partículas por centímetro cúbico. Por tanto, sería concebible disponer de zonas de polvo ultrafino que se activarían si los valores fueran demasiado elevados y que, en ese caso, prohibirían con toda seguridad la circulación de los aviones más antiguos o reducirían la cantidad de aviones permitidos. 

Así que está claro: necesitamos normas finitas y estrictas para las grandes empresas, sobre todo en los sectores aéreo y marítimo, para que los ciudadanos individuales no tengan que pagar el precio. Ya sea mediante zonas medioambientales y prohibiciones de circulación o contaminación del aire, el suelo y el agua. Pero, por desgracia, los políticos no parecen atreverse a hacerlo, ya que las grandes corporaciones tienen demasiada influencia y tendrían que renunciar a demasiado dinero.