Una cosa está clara: donde hay humo, hay fuego, y donde hay fuego, hay contaminación atmosférica. Las hogueras de Semana Santa liberan cantidades especialmente elevadas de partículas.
Por primera vez en mucho tiempo, debido a las restricciones impuestas por la corona, este año vuelve a ser posible reunirse en torno a una hoguera de Pascua. Pero por muy acogedor que parezca, un fuego al aire libre siempre libera contaminantes. Cuanto mayor sea la pila de leña, mayor será la contaminación. La Federación Alemana para el Medio Ambiente y la Conservación de la Naturaleza (BUND) ha calculado hasta qué punto puede llegar la contaminación: Si una pila de residuos de jardín arde durante seis horas, produce tantas partículas de hollín como las que emiten 250 autobuses viejos.
La nocividad de una hoguera de Pascua depende también de otros factores. Si hay mucho viento, las partículas se esparcen muy rápidamente; si llueve, son arrastradas por el aire, pero entonces el fuego también se apaga.
Sin embargo, las hogueras de Pascua no son ni de lejos tan nocivas como los fuegos artificiales de Nochevieja, donde el contenido de partículas puede aumentar hasta 1.000 microgramos por metro cúbico pasada la medianoche. A modo de comparación: la media anual permitida es de 50 microgramos por metro cúbico.
Para minimizar el impacto negativo en la calidad del aire, es aconsejable quemar para la hoguera de Pascua únicamente madera que esté completamente seca y no contenga piezas de plástico o metal. También es mejor amontonar la leña el día anterior a la quema para minimizar el riesgo de que la madera se empape por la lluvia o de que los animales puedan esconderse en el montón. Según el Ministerio de Medio Ambiente de Baja Sajonia, no es cuestión de prohibir las hogueras de Pascua, ya que la contaminación por partículas se ha mantenido en un nivel bajo durante varios años.
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