La transición del transporte no sólo significa movilidad sostenible en las carreteras. El sector de la aviación también debe reducir sus emisiones y, por tanto, su impacto negativo en la calidad del aire y el medio ambiente. ¿Cuál será la mejor solución de propulsión ecológica en este contexto? ¿Combustibles eléctricos o pilas de combustible? ¿Regularán pronto las zonas medioambientales también el tráfico aéreo?
Tras sufrir un revés durante la pandemia, el sector de la aviación se encuentra ahora bajo una presión cada vez mayor para reducir significativamente su impacto en la calidad del aire y el clima. Al fin y al cabo, los vuelos siguen considerándose perjudiciales para el medio ambiente. Y aunque se puede hablar de alternativas viables al transporte aéreo para distancias pequeñas o incluso medias, como los vuelos locales y domésticos, el transporte aéreo sigue siendo indispensable para las largas distancias, probablemente durante décadas. Así que la pregunta sigue siendo: ¿cómo puede la industria de la aviación ser más respetuosa con el medio ambiente y reducir su huella de carbono? ¿Cómo puede sustituirse la parafina sin tener que desarrollar nuevos motores y tecnologías?
El hidrógeno y los e-combustibles parecen tener más posibilidades de ser una alternativa prometedora a la gasolina de aviación convencional. Después de todo, depender de la energía eléctrica en la carretera no es una opción en el aire. Por encima de todo, los combustibles producidos sintéticamente a partir de fuentes de energía renovables podrían acercar a la aviación un paso más al objetivo de lograr cero emisiones netas de CO2. A diferencia de las pilas de combustible, en este caso no es necesaria una costosa reconversión de los motores de los aviones. Lo mismo cabe decir del bioqueroseno. Al igual que los e-combustibles, el biocombustible fabricado a partir de materias primas sostenibles también puede alimentar los motores sin necesidad de modificar el avión y, de paso, reducir las emisiones de carbono asociadas al transporte aéreo.
Pero los elevados costes de producción y el subdesarrollo de las instalaciones de fabricación dificultan que las aerolíneas recurran actualmente a estas soluciones ecológicas. De hecho, los combustibles eléctricos y los biocombustibles son especialmente caros de producir: casi el doble que la parafina. Sin embargo, es de esperar que con el inicio de la producción en serie, los precios por litro de los e-combustibles y el bioqueroseno también disminuyan. Es probable que hasta entonces las compañías aéreas prueben distintas soluciones -en función del presupuesto y los recursos- para acercarse al objetivo previsto de reducción de C02.
¿Cuánto tardará el transporte aéreo en tomar conciencia de sus emisiones nocivas para el clima? ¿Se establecerán pronto zonas medioambientales también en el aire? Éstas podrían diferenciar los aviones según su potencial de emisiones y su huella de CO2, y regular así el acceso al espacio aéreo en función de las emisiones. ¿Qué significaría esto para el sector aéreo? Aún es pronto para saberlo. Pero cada vez más aerolíneas colaboran con empresas de nueva creación para desarrollar combustibles y tecnologías de propulsión que podrían cambiar el futuro de la aviación en beneficio del medio ambiente.