Después de Francia, Múnich y otras grandes ciudades también están luchando contra el calor y el aumento de los niveles de ozono. Para controlar los efectos nocivos del gas en las horas punta, Alemania podría seguir el ejemplo de su vecino e introducir restricciones temporales al tráfico.
Cualquiera que recuerde las advertencias sobre el agujero de la capa de ozono de los años ochenta y noventa sabrá que no es la primera vez que este gas inodoro plantea un problema para el medio ambiente y la salud. Sin embargo, hoy ya no se trata del agujero en la estratosfera -que se supone que se cerrará con el tiempo-, sino del aumento de las concentraciones de ozono cerca del suelo.
A lo largo de los años se han medido en Francia valores máximos cada vez más alarmantes. Actualmente hay alertas por ozono en ciudades como Grenoble, Lyon y Aviñón. Marsella, en particular, lo está sufriendo y el mes pasado tuvo que decretar prohibiciones temporales de circulación para las clases de vehículos más contaminantes. En Alemania, en cambio, antes no se temían medidas de este tipo en respuesta a la superación de los niveles de ozono. Sin embargo, ahora que se han realizado mediciones alarmantes similares en Múnich, también podrían introducirse prohibiciones de circulación relacionadas con el ozono en las ciudades alemanas.
Aunque los ciudadanos no verían con buenos ojos nuevas restricciones de tráfico, éstas podrían ser un "mal necesario". Esto se debe a que la cuestión de la reducción de las concentraciones de ozono es ante todo una cuestión de salud pública. A diferencia del papel que desempeña el ozono en la estratosfera, el gas cerca del suelo no es una capa protectora para los organismos vivos contra la dañina radiación solar ultravioleta. Como fuerte agente oxidante -que puede provocar irritación de las vías respiratorias y los ojos, además de favorecer las enfermedades respiratorias-, el gas ozono representa en sí mismo un peligro. Y no sólo para las personas y los animales, sino también para las plantas y el medio ambiente en general. El ozono es el tercer factor más eficaz del calentamiento global, después del dióxido de carbono y el metano. En otras palabras, afecta a todo el ecosistema.
En este contexto, es hora de que Alemania desarrolle y aplique un sistema de restricciones temporales del tráfico que entren en vigor cuando se alcancen o superen determinados valores límite. Éstos pueden basarse en los valores objetivo fijados por la Agencia Federal de Medio Ambiente para la protección de la salud. Así, el valor máximo diario octohorario no podrá superar el valor de 120 µg/m3 más de 25 días por año civil (determinado en 3 años). Francia y Marsella son la mejor prueba de que un sistema de este tipo puede reducir, al menos parcialmente, la problemática concentración de ozono.
Aunque las zonas alemanas de bajas emisiones contribuyen sin duda a reducir muchos contaminantes y, por tanto, la contaminación diaria, no bastan para combatir los niveles máximos de ozono perjudiciales para la salud. Las medidas temporales de tráfico basadas en valores y específicas para cada día pueden, en cambio, reducir las concentraciones de ozono objetivo. Las zonas temporales de bajas emisiones pueden ser la herramienta más eficaz. Sin embargo, es demasiado pronto para saber si las ciudades de Baviera y otras regiones optarán por este planteamiento.