Los Juegos Olímpicos de Invierno de Pekín comienzan el 4 de febrero de 2022. El momento es desfavorable, ya que las condiciones meteorológicas suelen favorecer la contaminación atmosférica. Pero Pekín tiene un plan de contingencia.
La provincia de Hebei, donde se encuentra Pekín, se encuentra actualmente en la transición del invierno a la primavera, una época en la que la contaminación atmosférica puede acumularse rápidamente. Para garantizar que el aire esté limpio cuando los atletas de todo el mundo acudan a Pekín, el año pasado se tomaron medidas drásticas. Las acerías de las ciudades de los alrededores de Pekín paralizaron su producción desde agosto del año pasado. Muchas centrales eléctricas de carbón y la industria pesada se han trasladado a otras partes del país, lejos de Pekín. Además, las sucias estufas de carbón han sido sustituidas por calefacción eléctrica y de gas en 25 millones de hogares de las dos ciudades anfitrionas, Pekín y Zhangjiakou. Toda la energía necesaria durante los Juegos procederá exclusivamente de fuentes renovables, según las autoridades chinas. La estación de esquí de Zhangjiakou, situada a 180 kilómetros al norte de Pekín, está conectada por un tren de alta velocidad respetuoso con el medio ambiente, mientras que en el propio recinto olímpico sólo se utilizarán vehículos eléctricos y de gas. Básicamente, el recinto olímpico no es más que una enorme zona medioambiental.
Pero aunque Pekín hace todo lo posible para que el aire sea más soportable, el instituto suizo IQAir sigue clasificando el aire de la capital china como muy insalubre. Los valores medidos fijados como norma por la Organización Mundial de la Salud (OMS) siguen estando muy por debajo de los valores realmente medidos en Pekín. Si el impacto ambiental empeora aún más durante los Juegos, se pondrán en marcha planes de contingencia: prevén reducir aún más la producción de bienes industriales y, si es necesario, cerrarla por completo.
Es una pena que Pekín sólo haya tomado medidas reales para atajar la contaminación atmosférica y proteger a su población con los Juegos. Sin embargo, no hay muchas esperanzas de que la tendencia a reducir las emisiones continúe después de los Juegos.